No temo los peligros del mar fiero,
ni de un scita la odiosa servidumbre,
pues alivia los hierros la costumbre,
y al remo grave puede hacer ligero.
Ni oponer este pecho por terrero
de flechas a la inmensa muchedumbre;
ni envuelta en humo la dudosa lumbre
ver, y esperar el plomo venidero.
Mal que tiene la muerte por extremo,
no lo debe temer un desdichado,
mas antes escogerle por partido.
¡La sombra sola del olvido temo,
porque es como no ser un olvidado,
y no hay mal que se iguale al no haber sido!
* Lupercio Leonardo Argensola.
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