Ro, Christine, y Jack Leeming. “Authorship for Sale: Nature Investigates How Paper Mills Work.” Nature, 9 de junio de 2025. https://doi.org/10.1038/d41586-025-01824-3.
Se examina el oscuro negocio de las "paper mills" o "fábricas de artículos científicos", empresas dedicadas a fabricar investigaciones falsas o a vender plazas de autoría en artículos académicos ya aceptados para publicación.
Estas prácticas han proliferado en parte por la presión creciente que sufren investigadores, especialmente en países donde las evaluaciones profesionales y académicas dependen del número de publicaciones en revistas indexadas. Investigadores de todo el mundo, desde Arabia Saudí hasta Kazajistán o China, han recurrido a estas compañías para engrosar su currículum, muchas veces sin haber escrito ni una línea del trabajo.
El artículo presenta el caso de “Omar”, un profesor asistente en Arabia Saudí, que pasó de tener 2 publicaciones científicas a 20 en apenas un año. Para lograrlo, Omar compró coautorías en artículos sobre inteligencia artificial aplicada a la medicina, sin revisar siquiera el contenido. En muchos casos, el proceso era completamente automatizado: le ofrecían aparecer como coautor en artículos ya aceptados por revistas, previo pago de entre 20 y 400 dólares. Omar justifica su decisión alegando que, si no lo hacía, perdería su trabajo, una presión compartida por muchos profesionales del ámbito académico y sanitario.
Las paper mills operan con métodos cada vez más sofisticados. Algunas venden directamente coautorías en artículos ya aceptados, otras generan investigaciones falsas desde cero. Emplean tecnologías como imágenes creadas por inteligencia artificial, evitan los plagios detectables y simulan revisiones por pares con perfiles falsos. Empresas como International Publisher LLC (con sede en Rusia) han recaudado millones en pocos años vendiendo estas plazas de autoría. Se estima que toda esta industria podría mover cientos de millones de dólares anualmente, lo que revela un problema de escala global.
Las consecuencias de esta práctica son graves. Un análisis muestra que los centros con mayor número de retractaciones en publicaciones científicas están en su mayoría en China, donde muchos hospitales han sido señalados por artículos fraudulentos. La presión sobre médicos, enfermeras y docentes para publicar artículos es tan fuerte que muchos ven estas prácticas como su única vía de progreso. Investigadores de universidades chinas han confirmado que, si no publican con frecuencia en revistas del Web of Science, no pueden acceder a becas, ascensos o incluso mantener su empleo.
El fraude también se apoya en tácticas como el uso de frases extrañas y mal traducidas (como “subterranean insect settlement” para referirse a una colonia de hormigas), o la inclusión de referencias duplicadas y sin sentido. Estas señales han servido a investigadores como Anna Abalkina y Dorothy Bishop para destapar cientos de artículos fraudulentos, que han sido retractados tras revelarse pagos por coautoría. En Kazajistán, autores han admitido pagar hasta 1500 dólares, incluso recurriendo a préstamos personales, para figurar en artículos que nunca escribieron.
Muchos de los autores involucrados alegan que no sabían que estaban participando en una práctica fraudulenta. Algunos creen que pagaron solo por servicios de traducción o asesoramiento editorial, sin darse cuenta de que las empresas se encargaban de manipular todo el proceso: desde sugerir revisores falsos hasta responder en su nombre a las revisiones editoriales. Sin embargo, las editoriales científicas insisten en que los autores son responsables de verificar la integridad de los trabajos en los que aparecen como firmantes.
A pesar de algunos esfuerzos por parte de editoriales y grupos de vigilancia para detectar y frenar esta corrupción en la publicación científica, el problema parece difícil de erradicar mientras persista un sistema que recompensa más la cantidad de publicaciones que la calidad o la integridad del trabajo. El reportaje concluye que, sin una reforma estructural del sistema académico y sin reducir la presión por publicar a toda costa, las paper mills seguirán encontrando clientes dispuestos a pagar por figurar como autores en ciencia ficticia.
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