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lunes, marzo 18, 2024

LOS SOBREVIVIENTES. Caio Fernando Abreu

 


 


Sri Lanka, ¿quién sabe? ella me pregunta, morena y feroz, y yo respondo ¿por qué no? pero inquebrantable continúa: por lo menos podrías mandar unas postales desde allá, para que los demás piensen mierda, cómo hizo éste para ir a parar a Sri Lanka, qué tipo loco, eh, y se mueran de nostalgia, ¿no es eso lo que te importa?

Una cierta nostalgia, y tú en Sri Lanka, haciéndote el Rimbaud, que no llegó tan lejos, para que todos lamenten ay cómo era de buenito y no le supimos dar la suficiente dosis de atención para que se quedara entre nosotros, palmeras y ananás.

Sin parar, se abanica con la tapa del disco de Ángela mientras fuma sin parar y bebe sin parar su vodka nacional sin hielo ni limón.

En cuanto a mí, la voz tan ronca, me quedo por aquí asistiendo a actos públicos, rayando paredes contra las usinas nucleares, en plena resaca, un día de monja, un día de puta, un día de Joplin, un día de Teresa de Calcuta, un día de mierda mientras mantengo aquel maldito empleo de ocho horas diarias para poder pagar ese sillón de cuero auténtico donde en este exacto momento vuestra reverendísima asienta su precioso culo y esa exótica mesita ratona de junco hindú que sostiene nuestros fatigados pies descalzos al final de otra semana más de batallas inútiles, fantasías escapistas, malos orgasmos y créditos atrasados.

Pero lo intentamos todo, yo digo, y ella dice que sí, claaaaaaaro, intentamos todo inclusive coger, porque tantos libros prestados, tantas películas que vimos juntos, tantos puntos de vista sociopolíticos existenciales y blablablá en común únicamente podían terminar en eso: cama.

Realmente lo intentamos, pero fue una bosta.

Qué fue lo que sucedió, qué fue dios mío lo que sucedió, yo pensaba después encendiendo un cigarrillo con el otro, y no me quería acordar pero no se me iba de la cabeza tu verga mustia y mis pezones que ni siquiera se pusieron duros, por primera vez en la vida, dijiste, y yo lo creí, por primera vez en la vida, yo dije, y no sé si me creíste.

Quiero decir que sí, que creí, pero ella no para, tanta excitación mental espiritual moral existencial y nada físico, yo no quería aceptar que fuera eso: éramos diferentes, éramos mejores, éramos superiores, éramos elegidos, éramos más, éramos vagamente sagrados, pero al final de cuentas mis pezones no se endurecieron y tu verga no se paró.

Demasiada cultura le mata el cuerpo a uno, flaco, demasiadas películas, demasiados libros, demasiadas palabras, sólo pude poseerte masturbándome, estaba toda la biblioteca de Alejandría separando nuestros cuerpos, yo me metía hondo el dedo en la concha noche tras noche y pedía métela bien adentro, corazón, explota junto conmigo, cógeme, después me ponía de boca y lloraba en la almohada, porque en ese tiempo aún sentía culpa asco vergüenza, pero, ahora todo bien, el Informe Hite autorizó la paja.

No es que fuera amor de menos, me decías después, al contrario, era demasiado amor, ¿realmente creías eso? en aquel bar pestilente donde solíamos ahogar nuestras impotencias en baldes de lirismo juvenil, infantil, y yo dije no, lo que sucede es que como buenos-intelectuales-pequeño-burgueses tu asunto es hombre y el mío es mujer, hasta podríamos formar una pareja increíble, tipo aquella amante de Virginia Wolf, ¿cómo se llamaba? Vita, Vita Sackville-West y el maricón del marido, no te erices, queridito, no tengo nada contra los maricas, pásame el vodka, ¿qué? ¿acaso crees que me alcanza como para comprar wyborowas? no tengo nada contra las lesbianas, no tengo nada contra los decadentes en general, no tengo nada contra cualquier cosa que suene a: una tentativa.

Pido un cigarrillo y ella me tira el paquete en la cara, como quien arroja un ladrillo, ando demasiado angustiada, mi amigo, palabrita antigua esa, angustia, dos décadas de convivencia cotidiana, pero ando, ando, tengo una cosa apretada aquí en el pecho, un ahogo, una sed, un peso, no me vengas con esas historias de traicionarnos-todos-nuestros-ideales, nunca tuve un carajo de ideal, lo único que quería era salvarme, mira nomás qué cosa más individualista elitista, capitalista, sólo quería ser feliz, burra, gorda, alienada y completamente feliz.

Podría haber resultado entre nosotros, o no, después de todo en esa época todavía no te habías decidido a entregar el culo, ni yo a lamer conchas, ay qué amor nuestros libritos de Marx después Marcuse, después Reich, después Castañeda, después Laing debajo del brazo, aquellos sueños colonizados en las cabecitas idiotas, becas en la Sorbonne, tés con Simone y Jean Paul en los 50, en París; 60 en Londres oyendo here comes the sun here comes the sun little darling; 70 en Nueva York bailando música disco en Studio 54; 80 aquí, masticando esta cosa puerca sin poder tragarla ni escupirla ni olvidar ese gusto ácido en la boca.

Ya leí todo, flaco, ya intenté macrobiótica psicoanálisis drogas acupuntura suicidio yoga danza natación cooper astrología patines marxismo candomblé boite gay ecología, sólo me quedó este nudo en la garganta, ¿ahora qué hago? no es plagio de Pessoa, pero en cada esquina de mi habitación tengo una imagen de Buda, una de máe Oxum, otra de Jesusito, un póster de Freud, a veces enciendo velas, hago oraciones, quemo sahumerios, me doy baños de ruda, tiro sal gruesa en los rincones, no te pido ninguna solución, te vas a disfrutar tus nativos de Sri Lanka después me mandas una postal contando algo así tipo ayer a la noche, a la orilla del río, porque debe haber un carajo de río por allá, un río barroso, lleno de juncos sombríos, pero ayer a la orilla del río, sin planear nada, de repente, por casualidad, encontré un joven de tez aceitunada y ojos oblicuos que.

¿Eh? claro que debe haber alguna especie de dignidad en todo eso, la cuestión es dónde, no en esta ciudad oscura, no en este planeta podrido y pobre, ¿dentro de mí? pero no me vengas con autoconocimientos redentores, ya sé todo sobre mí, me di con más de cincuenta ácidos, hice seis años de terapia, ya me fugué de la clínica ¿te acuerdas? me llevabas manzanas argentinas y fotonovelas italianas, Rossana Galli, Franco Andrei, Michela Roe, Sandro Moretti, yo te miraba taponada en mandrix y me babeaba lloriqueando perdí mi alegría, anochecí, robaron mi esperanza, mientras, solidario y positivo, apretabas mi hombro con tu mano viril a pesar de todo mientras repetías reacciona, compañera, reacciona, la causa necesita esta cabecita tuya privilegiada, tu potencial creativo, tu lucidez libertaria, blablablá blablablá.

Las personas se transformaban en cadáveres descompuestos frente a mí, mi piel era triste y sucia, las noches no terminaban nunca, nadie me tocaba, pero yo reaccioné, respiré, y ¿dónde está la causa, dónde la lucha, dónde el po-ten-ci-al creativo? Mato, no mato, aturdo mi sed con tortitas del Ferro's Bar o me inflo la cara los sábados sola esperando que el teléfono suene, y nunca suena, en este departamento que pago con el sudor del po-ten-ci-al creativo del culo que le pongo ocho horas por día a aquella multinacional de mierda.

Pero, yo quiero decir, y ella me corta mansa, claro que no tienes la culpa, corazón, caímos exactamente en la misma trampa, la única diferencia es que piensas que te puedes escapar, y yo quiero revolearme en el dolor de este hierro metido en el fondo de mi garganta seca que sólo se humedece con vodka, pásame el cigarrillo, no, no estoy desesperada, no más de lo que siempre estuve, nothing special baby, no estoy borracha ni loca, estoy bien lúcida y sé claramente que no tengo ninguna salida, ah no te preocupes, después de que te vayas me doy un baño frío, leche caliente con miel de eucalipto, ginseng, y lexotan, después me acuesto, después me duermo, después me despierto y paso una semana a té verde y arroz integral absolutamente santa, absolutamente pura, absolutamente limpia, después me tomo otro trago, aspiro cinco gramos, choco el auto en alguna esquina o llamo al CVV (1) a las cuatro de la madrugada y alquilo la cabeza de un infeliz cualquiera que lloriquee cosas como necesito-tanto-de-una-razón-para-vivir-y-sé-que-esa-razón-sólo-esta-dentro-de- mí-blablablá-blablablá, y me lamento hasta que el sol aparezca detrás de aquellos edificios siniestros, pero no te preocupes, no voy a tomar ninguna medida drástica, a no ser continuar, ¿hay cosa mas auto-destructiva que insistir sin fe alguna? Ah, pasa lentamente tu mano por mi cabeza, toca mi corazón con tus dedos fríos, yo tuve tanto amor un día, ella se detiene y pide, preciso tanto tanto tanto, amigo, ellos no me permitieron ser la cosa buena que yo era, entonces extiendo el brazo y ella se hace súbitamente pequeñita apretada contra mi pecho, y pregunta si realmente está muy fea y medio puta y demasiado vieja y completamente borracha, yo no tenía esas marcas alrededor de los ojos, yo no tenía esos surcos en torno a la boca, yo no tenía ese estilo de torta cansada, y yo repito que no, que nada, que estás linda así, despeinada y viva, ella pide que yo ponga una música y elijo al azar el Nocturno número dos en mi bemol de Chopin, quiero dejarla así, durmiendo en la oscuridad sobre este sofá amarillo, al lado de las amapolas casi marchitas, arrullada por el piano remoto como una canción de cuna, pero ella se contrae violenta y me pide que ponga Ángela otra vez, y entonces doy vuelta el disco, amor mi gran amor, caminamos tontos hasta el baño donde sostengo su cabeza para que vomite, y sin querer vomito junto con ella, al mismo tiempo, los dos abrazados, fragmentos ácidos sobre las lenguas mezcladas, ella tira la descarga y me va empujando hacia la sala, hacia la puerta, pidiéndome que me vaya, y me expulsa hacia el pasillo repitiendo entonces no te olvides de mandarme una postal desde Sri Lanka, aquel río barroso, aquella tez aceitunada, que te suceda algo bien lindo, te deseo una fe enorme, en cualquier cosa, no importa qué, como aquella fe que tuvimos un día, deséame también algo bien lindo, algo maravilloso, que me haga creer en todo de nuevo, que nos haga creer en todos de nuevo, que se lleve lejos de mi boca este podrido gusto a fracaso, este sabor a derrota sin nobleza, no hay forma, compañero, nos perdimos en medio del camino sin tener mapa alguno, nadie nos lleva y la noche viene llegando.

La llave gira en la puerta.

Tengo que apoyarme contra la pared para no caer.

Detrás de la madera, mezclada con el piano y la voz ronca de Ángela, ni aún arrastrándome hasta Leblon, consigo oírla repitiendo que todo está bien, todo continúa bien, todo muy bien, todo bien.

¡Axé, axé, axé! yo digo e insisto hasta que el ascensor llegue ¡axé, axé, axé, odara!

(1) Centro de Valorización de la Vida. (N. del T.)

 

Fin.

 


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