Sri Lanka, ¿quién sabe? ella me pregunta, morena y feroz, y
yo respondo ¿por qué no? pero inquebrantable continúa: por lo menos podrías
mandar unas postales desde allá, para que los demás piensen mierda, cómo hizo
éste para ir a parar a Sri Lanka, qué tipo loco, eh, y se mueran de nostalgia,
¿no es eso lo que te importa?
Una cierta nostalgia, y tú en Sri Lanka, haciéndote el
Rimbaud, que no llegó tan lejos, para que todos lamenten ay cómo era de buenito
y no le supimos dar la suficiente dosis de atención para que se quedara entre
nosotros, palmeras y ananás.
Sin parar, se abanica con la tapa del disco de Ángela
mientras fuma sin parar y bebe sin parar su vodka nacional sin hielo ni limón.
En cuanto a mí, la voz tan ronca, me quedo por aquí
asistiendo a actos públicos, rayando paredes contra las usinas nucleares, en
plena resaca, un día de monja, un día de puta, un día de Joplin, un día de
Teresa de Calcuta, un día de mierda mientras mantengo aquel maldito empleo de
ocho horas diarias para poder pagar ese sillón de cuero auténtico donde en este
exacto momento vuestra reverendísima asienta su precioso culo y esa exótica
mesita ratona de junco hindú que sostiene nuestros fatigados pies descalzos al
final de otra semana más de batallas inútiles, fantasías escapistas, malos
orgasmos y créditos atrasados.
Pero lo intentamos todo, yo digo, y ella dice que sí,
claaaaaaaro, intentamos todo inclusive coger, porque tantos libros prestados,
tantas películas que vimos juntos, tantos puntos de vista sociopolíticos
existenciales y blablablá en común únicamente podían terminar en eso: cama.
Realmente lo intentamos, pero fue una bosta.
Qué fue lo que sucedió, qué fue dios mío lo que sucedió, yo
pensaba después encendiendo un cigarrillo con el otro, y no me quería acordar
pero no se me iba de la cabeza tu verga mustia y mis pezones que ni siquiera se
pusieron duros, por primera vez en la vida, dijiste, y yo lo creí, por primera
vez en la vida, yo dije, y no sé si me creíste.
Quiero decir que sí, que creí, pero ella no para, tanta
excitación mental espiritual moral existencial y nada físico, yo no quería
aceptar que fuera eso: éramos diferentes, éramos mejores, éramos superiores,
éramos elegidos, éramos más, éramos vagamente sagrados, pero al final de
cuentas mis pezones no se endurecieron y tu verga no se paró.
Demasiada cultura le mata el cuerpo a uno, flaco, demasiadas
películas, demasiados libros, demasiadas palabras, sólo pude poseerte
masturbándome, estaba toda la biblioteca de Alejandría separando nuestros
cuerpos, yo me metía hondo el dedo en la concha noche tras noche y pedía métela
bien adentro, corazón, explota junto conmigo, cógeme, después me ponía de boca
y lloraba en la almohada, porque en ese tiempo aún sentía culpa asco vergüenza,
pero, ahora todo bien, el Informe Hite autorizó la paja.
No es que fuera amor de menos, me decías después, al
contrario, era demasiado amor, ¿realmente creías eso? en aquel bar pestilente
donde solíamos ahogar nuestras impotencias en baldes de lirismo juvenil,
infantil, y yo dije no, lo que sucede es que como buenos-intelectuales-pequeño-burgueses
tu asunto es hombre y el mío es mujer, hasta podríamos formar una pareja
increíble, tipo aquella amante de Virginia Wolf, ¿cómo se llamaba? Vita, Vita
Sackville-West y el maricón del marido, no te erices, queridito, no tengo nada
contra los maricas, pásame el vodka, ¿qué? ¿acaso crees que me alcanza como
para comprar wyborowas? no tengo nada contra las lesbianas, no tengo nada
contra los decadentes en general, no tengo nada contra cualquier cosa que suene
a: una tentativa.
Pido un cigarrillo y ella me tira el paquete en la cara,
como quien arroja un ladrillo, ando demasiado angustiada, mi amigo, palabrita
antigua esa, angustia, dos décadas de convivencia cotidiana, pero ando, ando,
tengo una cosa apretada aquí en el pecho, un ahogo, una sed, un peso, no me
vengas con esas historias de traicionarnos-todos-nuestros-ideales, nunca tuve
un carajo de ideal, lo único que quería era salvarme, mira nomás qué cosa más
individualista elitista, capitalista, sólo quería ser feliz, burra, gorda,
alienada y completamente feliz.
Podría haber resultado entre nosotros, o no, después de todo
en esa época todavía no te habías decidido a entregar el culo, ni yo a lamer
conchas, ay qué amor nuestros libritos de Marx después Marcuse, después Reich,
después Castañeda, después Laing debajo del brazo, aquellos sueños colonizados
en las cabecitas idiotas, becas en la Sorbonne, tés con Simone y Jean Paul en
los 50, en París; 60 en Londres oyendo here comes the sun here comes the sun
little darling; 70 en Nueva York bailando música disco en Studio 54; 80 aquí,
masticando esta cosa puerca sin poder tragarla ni escupirla ni olvidar ese
gusto ácido en la boca.
Ya leí todo, flaco, ya intenté macrobiótica psicoanálisis
drogas acupuntura suicidio yoga danza natación cooper astrología patines
marxismo candomblé boite gay ecología, sólo me quedó este nudo en la garganta,
¿ahora qué hago? no es plagio de Pessoa, pero en cada esquina de mi habitación
tengo una imagen de Buda, una de máe Oxum, otra de Jesusito, un póster de
Freud, a veces enciendo velas, hago oraciones, quemo sahumerios, me doy baños
de ruda, tiro sal gruesa en los rincones, no te pido ninguna solución, te vas a
disfrutar tus nativos de Sri Lanka después me mandas una postal contando algo
así tipo ayer a la noche, a la orilla del río, porque debe haber un carajo de
río por allá, un río barroso, lleno de juncos sombríos, pero ayer a la orilla
del río, sin planear nada, de repente, por casualidad, encontré un joven de tez
aceitunada y ojos oblicuos que.
¿Eh? claro que debe haber alguna especie de dignidad en todo
eso, la cuestión es dónde, no en esta ciudad oscura, no en este planeta podrido
y pobre, ¿dentro de mí? pero no me vengas con autoconocimientos redentores, ya
sé todo sobre mí, me di con más de cincuenta ácidos, hice seis años de terapia,
ya me fugué de la clínica ¿te acuerdas? me llevabas manzanas argentinas y
fotonovelas italianas, Rossana Galli, Franco Andrei, Michela Roe, Sandro
Moretti, yo te miraba taponada en mandrix y me babeaba lloriqueando perdí mi
alegría, anochecí, robaron mi esperanza, mientras, solidario y positivo,
apretabas mi hombro con tu mano viril a pesar de todo mientras repetías
reacciona, compañera, reacciona, la causa necesita esta cabecita tuya
privilegiada, tu potencial creativo, tu lucidez libertaria, blablablá
blablablá.
Las personas se transformaban en cadáveres descompuestos
frente a mí, mi piel era triste y sucia, las noches no terminaban nunca, nadie
me tocaba, pero yo reaccioné, respiré, y ¿dónde está la causa, dónde la lucha,
dónde el po-ten-ci-al creativo? Mato, no mato, aturdo mi sed con tortitas del
Ferro's Bar o me inflo la cara los sábados sola esperando que el teléfono
suene, y nunca suena, en este departamento que pago con el sudor del
po-ten-ci-al creativo del culo que le pongo ocho horas por día a aquella multinacional
de mierda.
Pero, yo quiero decir, y ella me corta mansa, claro que no
tienes la culpa, corazón, caímos exactamente en la misma trampa, la única
diferencia es que piensas que te puedes escapar, y yo quiero revolearme en el
dolor de este hierro metido en el fondo de mi garganta seca que sólo se
humedece con vodka, pásame el cigarrillo, no, no estoy desesperada, no más de
lo que siempre estuve, nothing special baby, no estoy borracha ni loca, estoy
bien lúcida y sé claramente que no tengo ninguna salida, ah no te preocupes,
después de que te vayas me doy un baño frío, leche caliente con miel de
eucalipto, ginseng, y lexotan, después me acuesto, después me duermo, después
me despierto y paso una semana a té verde y arroz integral absolutamente santa,
absolutamente pura, absolutamente limpia, después me tomo otro trago, aspiro
cinco gramos, choco el auto en alguna esquina o llamo al CVV (1) a las cuatro
de la madrugada y alquilo la cabeza de un infeliz cualquiera que lloriquee
cosas como necesito-tanto-de-una-razón-para-vivir-y-sé-que-esa-razón-sólo-esta-dentro-de-
mí-blablablá-blablablá, y me lamento hasta que el sol aparezca detrás de
aquellos edificios siniestros, pero no te preocupes, no voy a tomar ninguna
medida drástica, a no ser continuar, ¿hay cosa mas auto-destructiva que
insistir sin fe alguna? Ah, pasa lentamente tu mano por mi cabeza, toca mi
corazón con tus dedos fríos, yo tuve tanto amor un día, ella se detiene y pide,
preciso tanto tanto tanto, amigo, ellos no me permitieron ser la cosa buena que
yo era, entonces extiendo el brazo y ella se hace súbitamente pequeñita
apretada contra mi pecho, y pregunta si realmente está muy fea y medio puta y
demasiado vieja y completamente borracha, yo no tenía esas marcas alrededor de
los ojos, yo no tenía esos surcos en torno a la boca, yo no tenía ese estilo de
torta cansada, y yo repito que no, que nada, que estás linda así, despeinada y
viva, ella pide que yo ponga una música y elijo al azar el Nocturno número dos
en mi bemol de Chopin, quiero dejarla así, durmiendo en la oscuridad sobre este
sofá amarillo, al lado de las amapolas casi marchitas, arrullada por el piano
remoto como una canción de cuna, pero ella se contrae violenta y me pide que
ponga Ángela otra vez, y entonces doy vuelta el disco, amor mi gran amor, caminamos
tontos hasta el baño donde sostengo su cabeza para que vomite, y sin querer
vomito junto con ella, al mismo tiempo, los dos abrazados, fragmentos ácidos
sobre las lenguas mezcladas, ella tira la descarga y me va empujando hacia la
sala, hacia la puerta, pidiéndome que me vaya, y me expulsa hacia el pasillo
repitiendo entonces no te olvides de mandarme una postal desde Sri Lanka, aquel
río barroso, aquella tez aceitunada, que te suceda algo bien lindo, te deseo
una fe enorme, en cualquier cosa, no importa qué, como aquella fe que tuvimos
un día, deséame también algo bien lindo, algo maravilloso, que me haga creer en
todo de nuevo, que nos haga creer en todos de nuevo, que se lleve lejos de mi
boca este podrido gusto a fracaso, este sabor a derrota sin nobleza, no hay
forma, compañero, nos perdimos en medio del camino sin tener mapa alguno, nadie
nos lleva y la noche viene llegando.
La llave gira en la puerta.
Tengo que apoyarme contra la pared para no caer.
Detrás de la madera, mezclada con el piano y la voz ronca de
Ángela, ni aún arrastrándome hasta Leblon, consigo oírla repitiendo que todo
está bien, todo continúa bien, todo muy bien, todo bien.
¡Axé, axé, axé! yo digo e insisto hasta que el ascensor
llegue ¡axé, axé, axé, odara!
(1) Centro de Valorización de la Vida. (N. del T.)
Fin.
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